Cariño, he encogido Emporio Armani

Reducida al máximo, casi a su esencia, la última colección de Emporio Armani ofrece una línea radicalmente reducida, aunque no siempre con los mejores resultados.

Teniendo en cuenta que ya está bien entrado en la década de los ochenta, uno tiene que admirar a Giorgio Armani por su frescura y su determinación a seguir avanzando en el mundo de la moda. Sin embargo, gran parte de esta colección de hombre para el otoño 2018 presentada en el Teatro Armani no dio resultado.

La apertura fue digna de admiración, media docena de esquiadores con monos blancos y negros, ideales para San Moritz o Aspen, mientras caminaban por una reproducción gigante del logo del águila de Emporio Armani.

Sin embargo, la gran idea de diseñador de rasgar los hombros no hace justicia a la legendaria reputación de Armani como uno de los mejores sastres de todos los tiempos. En lugar de la elegancia lánguida que uno asocia con Armani, las chaquetas ajustadas y los pantalones acortados (a los que unas burdas botas de montaña hacían un flaco favor) resultaban forzados y deslucidos. Y eso por no hablar del del traje cruzado de terciopelo tipo arlequín, ideal para un vendedor de whisky de una feria del Medi Oeste en pleno siglo XIX.

La colección incluía algunas joyas: un magnífico conjunto de color gris oscuro compuesto por una chaqueta cruzada y un abrigo, y preciosa una levita de terciopelo de color azul zafiro. Además, poca gente corta la piel mejor que Armani, como en sus chaquetas de piel de cordero. Sin embargo, su decisión de llenarlas de árboles en jacquard resultó demasiado cursi.

Armani definió la colección como "un espíritu urbano, decisivo que hace énfasis en la nueva elegancia", pero resultaba confusa demasiado a menudo. En resumen, un noble intento de abrir nuevos camios con el estilismo Emporio que no salió demasiado bien. Dejó al público con ganas de ver lo que que el maestro es capaz de hacer con su firma Giorgio Armani el próximo lunes.

Cariño, he encogido Emporio Armani

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