Corbatas de seda y bolsas de lujo: artesanos de Hermès en México

Rodeada de curiosos que le toman fotos, en un pabellón instalado en el barrio chic de Polanco, en Ciudad de México, una costurera de Hermès, marca emblemática del lujo francés, inserta con seguridad su aguja en la seda de una corbata.

Viviane Ménard, 58, ha trabajado para la prestigiosa marca desde hace 21 años. Diariamente cose cerca de cincuenta corbatas de seda en los talleres de Nontron, en Dordoña.
 
Pero esta semana se encuentra de gira en la capital mexicana para presentar su experiencia como parte de un festival de artes organizado por la marca francesa, con el que visitará las principales ciudades del mundo.

"Este contacto con la gente es algo gratificante para mí", dijo la costurera.Los visitantes disfrutan la oportunidad de admirar el trabajo de los artesanos en mini-talleres en los que demuestran sus actividades diarias.
 
"Los curiosos que pasan por ahí ven la luz, entran y descubren un mundo que no conocían", dijo otra de las "pequeñas manos" de Hermès, Aude Novikoff, mientras terminaba los sutiles detalles rojos del plato de porcelana en sus manos.
 
Para la marca, se trata de una nueva manera de dar visibilidad a sus productos y a su filosofía "basada en la calidad y el tiempo", dijo Kamel Hamadou, un encargado de la comunicación del grupo, en el evento.
 
Aquí no hay productos en venta. El objetivo es "educar a un público que quiere todo de inmediato" y "explicar lo que está detrás de cada objeto", añadió Hamadou, quien también acoge a estudiantes durante los diez días del evento.
 
Equipado con un micrófono, el ejecutivo explica al público las diferentes etapas de la impresión de las famosas pañoletas en seda, que son realizadas meticulosamente frente a los visitantes bajo la dirección de Frédéric Libaud, impresor de Lyon que trabaja desde hace 27 años en Hermès.
 
Un país pobre y el furor por el lujo
 
Los visitantes también pueden apreciar la fabricación de uno de los productos insignia de la marca, la bolsa Kelly.
 
“Un artesano solo puede hacer dos por semana”, afirma Pierre Grosperrin, sentado en un taburete con un delantal de cuero y equipado de su martillo y sus tijeras ante los ojos atentos de decenas de curiosos.
 
“Es un trabajo delicado que requiere de mucha paciencia”, ya que el menor error o imperfección hace que el producto sea rechazado, afirma el artista.
 
Alma Rosario, 30, quien viajó desde Cuernavaca para ver la presentación, cree que es una muy buena oportunidad para aprender. “Tiene similitudes con la producción artesanal mexicana, pero en México no hay mucho apoyo económico y algunos artesanos han abandonado su saber tradicional”, se lamenta Rosario.
 
En un país en el que viven cerca de 60 millones de pobres, la presencia de la marca de lujo, cuyas bolsas pueden costar varios miles de euros, no resulta sorprendente.
 
"Somos un país de contrastes; y el mercado del lujo es muy potente", afirma Julio Limón, de 28 años, otro visitante interesado en el diseño.
 
En poco más de diez años, la marca francesa ha abierto cinco tiendas en México para apoyar el crecimiento de este mercado, incluyendo dos tiendas por fuera de la capital: una en Guadalajara (oeste) y otra en Monterrey (norte).
 
La boutique más reciente, inaugurada en diciembre de 2015 en el mismo barrio de Polanco en la Ciudad de México, es además la más grande con 300 metros cuadrados.
 
La tienda se encuentra en un centro comercial completamente nuevo, dedicado en su mayoría al lujo: el Palacio de Hierro, inicialmente creado por inmigrantes franceses de la región de Barcelonette, en los Alpes de Alta Provenza, que llegaron a México en el siglo XIX.
 
El centro comercial en forma de pirámide de color rojo domina la parte chic de la megalópolis mexicana. En sus interiores de mármol con iluminación minuciosamente diseñada, el Palacio acoge las principales marcas de lujo del mercado.
 
La próxima parada del Festival de artes de Hermès será Vancouver, Canadá, en el próximo mes de septiembre.