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29 jul. 2015
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El tradicional estampado de las telas sirias revive en manos de refugiadas

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EFE
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29 jul. 2015

Beirut - Cada viernes Hoda olvida el lento paso del tiempo en su hogar de refugiada en Beirut y se une a otras sirias, como ella, e iraquíes para recuperar una tradición artesana de su país casi desaparecida, el estampado en textil con bloques de madera.

Guadena


Durante hora y media semanal, esta mujer y sus doce compañeras se dan cita en un taller, donde intentan emular a los antiguos artesanos de Alepo, en el norte de Siria, que practicaban este oficio llegado desde La India a través de la Ruta de la Seda.

El grupo de refugiadas todavía está dando los primeros pasos y se está familiarizando con los colores.

Aún les quedan por delante tres meses en los que aprenderán a plasmar un diseño en un bloque de madera, que, tras ser humedecido en tinta y presionado sobre una tela, servirá para decorar ropa, cojines, manteles, cortinas y todo aquello que se les ocurra.

Por ahora, se conforman con pintar círculos, triángulos y cuadrados en folios, mientras se ponen al día de lo que han hecho durante la semana en este taller, instalado en el sótano de una de las sedes de la ONG Cáritas en el barrio beirutí de Dikuane.

"En casa, normalmente estoy sola y no tengo con quien hablar, porque mi marido trabaja y mis hijos están estudiando o trabajando. Cuando llego aquí estoy con otras mujeres y me siento contenta", explica a Efe Hoda, de 36 años y ama de casa con siete vástagos.

En el rato que esta siria pasa en el curso se distrae de la dureza diaria del exilio en el Líbano, donde lleva siete meses tras huir de su localidad de origen, Malkieh, en Alepo, por la violencia.

Además, "estoy aprendiendo un oficio que luego puedo aprovechar en casa para, por ejemplo, decorar ropa para mis hijos", cuenta Hoda, quien no descarta ayudar en el futuro a su marido para aportar nuevos ingresos al hogar.

"Mi esposo está cobrando 90 dólares por cargar mercancías, así ¿cómo vamos a vivir?", se lamenta.

Entre las aspirantes a artesana se mueve ágil y dando instrucciones Kifah, de 49 años, una de las monitoras del curso, que se ha convertido en una profesional del estampado tras pasar por el mismo taller hace dos años.

"Yo siempre he sido muy activa, cuando estaba en mi casa en Alepo cosía", dice a Efe Kifah, que viajó al Líbano hace cuatro años después de que su casa fuera destruida en un bombardeo.

En el país de acogida, Kifah ha aprendido un oficio y ahora vende sus creaciones, y enseña a otras mujeres sirias e iraquíes que están en su misma situación.

Una de sus alumnas es Saná, de 40 años y procedente de Mosul, el bastión del grupo terrorista Estado Islámico (EI) en Irak.

Saná era auxiliar administrativo en un hospital de esta ciudad, de donde se marchó hace once meses junto a su marido porque los yihadistas mataron a varios de sus parientes y a ella no la dejaban trabajar.

Para Saná, este tipo de artesanía es una novedad. "En Mosul, nunca había visto estampados de esta clase, no es típico de la zona", comenta esta iraquí, que inmediatamente es interrumpida por su compañera de al lado y compatriota, Samira, que asegura que ella sí que ha visto cosas parecidas en Bagdad.

Samira confiesa que no le importaría regresar algún día a la capital iraquí y hacer negocio con bolsos artesanales diseñados por ella.

De momento, todavía es prematuro: Esta cristiana decidió exiliarse con su familia, porque su hijo recibió amenazas de radicales islámicos y tuvo que cerrar la tienda que tenía en Bagdad.

Hoda, Kifah, Saná y Samira forman parte del centenar de mujeres que han pasado por estos talleres para preservar el legado cultural de Siria, y empoderar a las desplazadas.

La responsable de este proyecto en la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), Danya Kattan, afirma que se nota una gran diferencia cuando las refugiadas terminan estos cursos.

"Cuando empiezan están en cierto modo deprimidas y con pensamientos negativos, pero cuando se ponen a trabajar y comparten sus experiencias hay una actitud distinta, hay una solidaridad", indica a Efe.

Mientras Kattan habla, las mujeres recogen los papeles con sus dibujos; la hora y media ha pasado volando y ahora toca volver a la rutina de sus vidas como refugiadas, marcadas por la añoranza, la pérdida y la necesidad, pero con el anhelo de volver a verse la próxima semana. 

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