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Gaultier por una coloreada Francia multiétnica y Loewe en pos de la elegancia

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EFE
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8 mar. 2010


Loewe O-I 2010
París, 6 mar (EFE).- El modisto francés Jean Paul Gaultier, de lleno en el debate sobre la identidad nacional, y el británico Stuart Vevers, desde la esencia española de Loewe en busca de su elegancia más actual, dieron la pauta nocturna a las colecciones Prêt-à-Porter del invierno 2010-2011.

En la antigua Universidad de Medicina de París, junto a la plaza del Odeón, ante una notable presencia japonesa, española e internacional, Loewe recreó un exquisito café para presentar una colección igualmente selecta y juvenil.

Stuart Vevers quiso trasladar al siglo XXI la era de oro de Hollywood en Madrid, inaugurada por la actriz Ava Gardner y el escritor Ernest Hemmingway, cuando a mediados del siglo pasado brillaba como gran punto de referencia indumentario la firma Loewe, hoy propiedad del grupo francés LVMH, número uno mundial del lujo.

Como corresponde a una marca cuya personalidad y tradición se forjó en la marroquinería, la colección se inspiró en el cuero y en las diferentes formas de tratarlo.

Hubo por lo tanto mucha piel, aunque a veces tratada con enorme sutileza, utilizada "de otra manera", según resumió el modisto a un grupo de periodistas españoles al término del primero de los dos desfiles que ofreció.

Para ello, Vevers -que en perfecto español explicó cuanto le gusta Madrid, su gente y su tiempo- buscó el contraste entre la sobriedad de la más pura sastrería y la opulencia romántica, gracias a la piel y las nuevas funcionalidades que puede tener.

Entre sus hallazgos para el otoño-invierno 2010-2011 figuran los encajes montados sobre vestidos de napa y la importancia dada a la piel para adornar el cuello y las mangas de un vestido, de un traje de chaqueta, o de un par de zapatos, suavemente realzados por detrás de los tobillos.

Escotados y entallados vestidos cortos de cuero marrón con falda evasé, gabardinas de cuero negro o verde oscuro, trajes de chaqueta de grandes cuadros blancos y negros, faldas negras combinada con blusas de seda azul, vestidos de tonos metálicos, irisados o plateados, los modelos Loewe descubrirán siempre las rodillas.

Salvo cuando se porten pantalones, grises de pinzas y talle alto; blancos, rectos y algo más anchos, o gris oscuro.

Poco antes del doble desfile Loewe, Gaultier recibió en los bellos salones del palacio convertido hace ya años en su cuartel general, junto a los grandes bulevares y la plaza de la República.

A la entrada del edificio, colapsada la circulación en sus alrededores como cada vez que celebra uno de sus multitudinarios desfiles, se oían gritos entusiastas.

No eran sin embargo en esta ocasión para celebrar la llegada de algún invitado famoso, sino para defender los derechos de los animales y denunciar el uso de las pieles.

A la salida sonaban todavía con mayor brío los eslóganes contra la tortura de animales.

Cierto, sobre la pasarela de Gaultier hubo pieles, sin exagerar, pero sobre todo hubo una visión multiétnica de "la France", país cuya forma geográfica hexagonal -con sus departamentos coloreados incluidos, como si fuese un mapa escolar de primaria- daba forma al cartón de invitación.

El son de la Marsellesa, himno nacional francés, con el que comenzó el desfile, volvió a sugerir que esa pasarela además de vestir a la mujer del invierno próximo iba a ser una declaración de principios.

Los declinaron mujeres de múltiples colores, vestidas con trajes, pantalones, monos, petos, chaquetas, faldas, abrigos, enaguas, túnicas y chilabas inspirados en un sinfín de culturas, asiáticas, africanas, latinoamericanas, europeas, del este y del oeste, y también estadounidenses.

Dominó una constante, la cabeza quedaba a menudo oculta con todo tipo de artificios más o menos vistosos, turbantes, gorros, cascos, sombreros, pañoletas o capuchas; de colores, plateados, dorados; construidos con pieles, con metal o con ruidosas monedas.



Une création du couturier Jean Paul Gaultier, le 6 mars 2010 à Paris. Photo : AFP.

También fue frecuente el uso de medias de colores muy vivos.

Por haber hubo un pantalón vaquero y también un mantón de manila, con gigantesco clavel rojo en el dorso y con sus correspondientes flecos, aunque no en todos sus lados, pues uno de ellos era de pelo.

Una cosa quedó clara, la identidad de la mujer francesa vista por Gaultier procede con toda naturalidad de cualquier lugar del globo.

Sin querer tampoco entrar en polémica, el modisto cerró su desfile con la canción "voyage, voyage", y una señora vestida con medias rojo sangre y "body" negro, portadora de una viajera mochila forrada de piel.

Lola Loscos

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