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Ana Ibáñez
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14 feb. 2018
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2018, la odisea pop en la nieve de Calvin Klein

Traducido por
Ana Ibáñez
Publicado el
14 feb. 2018

Incluso antes de que el público acudiese al edificio de la Bolsa norteamericana, Raf Simons ya había telegrafiado sus intenciones para esta temporada de Calvin Klein en su invitación.


Calvin Klein - Fall-Winter2018 - Womenswear - New York - © PixelFormula



Una bolsa de palomitas escondida dentro de una bolsa metálica de color plateado con... sorpresa, sorpresa.... ¡imágenes de Andy Warhol!

Esta temporada, una de las pinturas de accidentes de coche del artista pop en la que figura un cadáver colgando de una ambulancia, mientras en el otro lado indicaba: Más y Más y Más.

Predesfile, incluso el contenido en directo tenía imágenes de un puesto de palomitas en funcionamiento. El escenario era otra cosa: los restos de tres granjas de Nueva Inglaterra con montones de madera rota, andamios y chapa ondulada. Las enormes paredes pintadas recordaban de algún modo a The Factory, el famoso estudio de Warhol en Union Square, con una pared con la cara de Ingrid Brant-Sischy, la editora de Interview, la revista de Warhol.
 
El sonido del viento silbando en el espacio rural de Nueva Inglaterra se oía ya antes del desfile con un ritmo tecno palpitante. Oscuridad y luego luz, una chica con un pasamontañas de lana caminando sobre nieve de palomitas de maíz, con una chaqueta de aviador tipo jerking y unas botas de agua enormes, seguida de Liya Kebede luciendo un abrigo de leopardo sintético. Incluso hubo una especie de mezcla entre hijab y casco de esquí con estampado de leopardo. Los gorros y cascos hicieron mitad del espectáculo, desde capuchas de bombero metalizadas a pasamontañas de lana, pasando por gorras de metal retro-futuristas.
 
A Raf le gustan los cortes anchos, como abrigos chesterfields de hombros anchos para chicos y chicas, de cuadros, tweed y metalizados. El escenario evocaba una gélida noche de invierno, y una docena de chicas vestidas para una fiesta de inauguración, con vestidos de maestra con cortes que casi dejaban el pecho al descubierto, pasamontañas de punto rojo, vestidos de fiesta sugerentes, brazos al aire y guantes plateados hasta el codo; o hábitos jesuitas de manga larga de cuadros escoceses rojos o lamé plateado.
 
Simons retomó para esta colección su camisa Western con bolsillos constrastados, aunque esta vez lo hizo sobre polos con cuello alto o incluso con un hijab. Asimismo, pudimos ver un zorro bailando sobre un jersey azul claro, y acabó con vestidos con estampados tipo Delaunay y una chica con abrigo de piel sintética de coyote, aunque el tono principal de la colección de otoño fue el plateado, como las bolsas de palomitas.
 
Simons saludó al público con un gesto marca de la casa, vestido con una sudadera alpina oversize y disfrutando del aplauso. Aunque en realidad, a la colección le faltaba el acabado de alta costura y los cortes atrevidos de la colección masculina que presentó para su propia marca el miércoles pasado.
 
Simons ha devuelto sin duda el entusiasmo a Calvin Klein. Su redecoración de la tienda insignia de Madison Avenue store, que pasa del blanco minimalista a una instalación artística amarillo canario llena de obras de Sterling Ruby, ha logrado su efecto. Antes de esto, el espacio estaba más vacío que una catedral católica en Shanghai, ahora está abarrotado de curiosos y clientes.
 
El diseñador ha logrado ser tremendamente coherente con el mensaje que comunica. Su última campaña publicitaria de primavera representa la ruda juventud, fotografiada por Willy Vanderperre dentro de una granja abandonada. Dónde si no. Inteligente y actual incluso si aún hay quien piensa que no consiguen el efecto de las grandes campañas del propio fundador Calvin Klein.

 

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