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22 ago. 2009
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Horas antes del Ramadán, Karachi se desmelena con elitista desfile de moda

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EFE
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22 ago. 2009

Karachi (Pakistán) 22 ago (EFE).- El mundo de la moda en Pakistán tiene su atalaya en la metrópolis de Karachi, donde una elite reducida y privilegiada, que bebe de influencias tanto de la India como de Occidente, hace frente a los tabúes de una sociedad islámica muy conservadora.



Una horas antes de que un muftí de Peshawar, ciudad poblada de mujeres con burka en el oeste fronterizo con Afganistán, declarara el inicio del mes de ayuno y abstinencias del Ramadán, en la meridional Karachi cientos de personas asistían a un desfile seguido de fiesta nocturna en la que no faltó de nada.

Centro financiero de Pakistán y su urbe más cosmopolita, habitada por 14 millones de personas, Karachi es el escenario por excelencia de desfiles de alta costura como el que este viernes marcó el debut de la joven diseñadora Sanam Agha de la mano de uno de los gurús de la moda en el país, el estilista Tariq Amin.

"Es un mercado pequeño, para una elite del uno por ciento, pero en los últimos diez años están apareciendo muchos diseñadores nuevos que también salen fuera de Pakistán, gente rica y educada, formada en el extranjero", explica a Efe Amin, quien saltó a la fama tras maquillar a la ex primera ministra Benazir Bhutto para su boda.

Amin, que tras 25 años en escena y muchas portadas de revistas cobra 500 euros/700 dólares por un maquillaje, asiste a Agha en su salón de Karachi, donde vive a caballo entre Lahore e Islamabad, en la preparación de los modelos para el desfile, la mitad de ellos profesionales y el resto "amateurs".

En un sobrio espacio de enormes espejos y retratos, tonos siempre blancos y negros, suelo de ajedrez, en el que los únicos colores que destacan son los de los cientos de productos de belleza de marcas extranjeras, Amin y Agha perfilan el debut.

Se trabaja a todo trajín desde la mañana; las modelos llegan con su 'blackberry' y sus gafas Dior, se avituallan con ensalada, pizza y Diet Coke -lo único que comerán durante la jornada-, telefonean y hablan entre ellas, sobre todo en inglés, y fuman cigarrillos "light" mientras las maquilla el estilista y peina un asistente.

"Tariq es como el padrino de todos nosotros. Ha ayudado a muchísima gente a entrar en el mercado", confiesa a Efe la diseñadora, de 27 años, horas antes de presentar su colección de "40 vestidos de mujeres y trajes de hombre para verano, de vieja escuela, estilo años 40, algo victoriano".

El desfile tiene lugar por la noche en Clifton, barrio costero de palmeras, apartamentos y restaurantes donde vive toda la clase alta de Karachi, que llega en lujosos automóviles a un escenario montado sobre una piscina, con una sala VIP en la que diseñadores y modelos aclaran sus gargantas con "margaritas".

"En Pakistán hay alrededor de cien desfiles al año pero sólo unos cinco pueden considerarse grandes y entre 40 y 50 medianos. Habrá diez 'top models' que viven exclusivamente de esto. El resto tienen también sus bolos en el mundo de la televisión o en la industria musical", asegura a Efe la modelo Tooba.

La elite de Karachi vive a la última, sumergida en un mundo muy alejado de la realidad de un país pobre, subdesarrollado y azotado por el auge del terrorismo islámico, pero consciente de que su privilegiado acceso a buena educación debe aportar dinamismo a la sociedad.

"Aquí estamos influenciados por Vogue y Bollywood, pero hacemos una interpretación oriental, tendemos a la fusión de estilos, hay que tener en cuenta las limitaciones y evitar herir sensibilidades", explica Amin.

Admite que "es difícil encontrar a gente original. Somos más seguidores de tendencias que fijadores de ellas. No tenemos industria del cine apenas y no sabemos aún hacia dónde evolucionamos".

"Este es el único lugar del mundo en el que una modelo puede tener 35 años", bromea.

El "show" finalmente registra un lleno absoluto, tiene éxito a pesar de problemas técnicos por la crisis energética que atraviesa el país y los participantes terminan en la residencia de un apoderado, por la que circulan en grandes cantidades whisky escocés y cocaína colombiana.

En palabras de otra modelo, "en Pakistán se puede hacer de todo, aunque siempre en la esfera privada. Antes era distinto, en los años setenta había casinos y bares en cualquier lugar, pero luego llegó la islamización de (el dictador militar) Zia-ul-Haq ...".

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