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Europa Press
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24 nov. 2010
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La locura de las compras

Por
Europa Press
Publicado el
24 nov. 2010

MADRID, 23 nov - Se nota que la Navidad está a la vuelta de la esquina. Sobre todo por esa fiebre compradora que nos ha dado a casi todas las mujeres. ¿Crisis?, ¿qué crisis? La euforia por adquirir un trapo nuevo nos coloca en situaciones que, vistas desde fuera, parecen de vodevil.




Hace una semana, unas amigas con las que voy a caminar cada día durante una hora, me propusieron completar la marcha acercándonos a un conocido hotel madrileño, en cuyo parking, la firma Hoss Intropía hacía un mercadillo solidario.

¿En un parking? pregunté yo con cierto escepticismo. "Sí-me contestó una de mis amigas- es que se nota eso de la crisis..."

Nada más llegar al recinto (a eso de las 10,30 de la mañana) una horda de féminas que tuvimos que pagar un euro por entrar, ya que ése era el impuesto exigido a nuestra solidaridad, pululábamos de "burro" en "burro"(enormes percheros donde se colocan las prendas de vestir) mirando vestidos de punto, estampados florales, chalecos de piel de conejo, abrigos, pantalones varios, bolsos, cinturones, zapatos, accesorios navideños... Todo, perfectamente organizado, pero ante semejante avalancha, quedaba reducido al caos en cuestión de segundos.

Allí me encontré a caras conocidas como Belinda Washinton, que se iba poniendo y quitando un modelito tras otro delante de los espejos que había por doquier. Y así se evitaba hacer la cola que se había formado ya para entrar en los probadores. Bastante más tarde llegó Eugenia Martínez de Irujo, que se tomaba las compras con más filosofía. Habían llegado las cámaras de televisión y no podía dar esa imagen de desesperación que teníamos las demás compradoras compulsivas.

Pero llegó un momento en el que tanto barullo me agobió y me dediqué a ser una mera observadora de la fauna que allí nos habíamos congregado. Había chicas jovencísimas, pero muy organizadas, que iban analizando pieza por pieza con una rapidez asombrosa. Se hacían un conjunto, lo combinaban con dos o tres piezas más y llevaban todo al mostrador para que se lo guardasen y empezar de nuevo la operación.

Otras, aprovechaban el local como centro de reuniones. Su interés era más sociológico, como punto de encuentro con amigas que hacía un tiempo no habían visto y pasaban de la ropa; aunque eran las menos. Otras mujeres, las indecisas, consultaban con sus acompañantes si les gustaba ésta o aquella prenda. Y casi todas, incluidas mis amigas, se llevaban para casa más de una prenda o accesorio que, en realidad, no necesitaban. Aún así se marchaban con la idea de haber hecho una buena compra: "Este vestido me ha salido por 60 euros, pero claro, si lo comparo con lo que costaba antes..."

Yo me libré del consumo por puro agotamiento, pero sólo porque los espacios tan grandes me incitan a lo contrario. En cambio soy capaz de triplicar mis compras en recintos pequeños y en los que me siento atendida y aconsejada.

Una operación similar se vivía ayer en Barcelona. Una buena amiga catalana, periodista para más INRI, me contaba esta misma mañana que H&M puso a la venta ayer los diseños que Lanvin ha hecho este año para la popular firma. Y ella, que es una "fashionista" de pro, había hecho cola desde primeras horas de la madrugada para ser de las primeras en entrar en la tienda situada en el paseo de Gracia.

Tal fue la expectación que se creó en la ciudad condal que hasta los empleados de la tienda reconfortaban a las expectantes compradoras con un capuchino y una magdalena cuando las veían tiritar de frío. Todo, cortesía de la casa, faltaría más.

Mi amiga estaba eufórica relatándome por teléfono el Lanvin amarillo de volantes que se había comprado por doscientos y pico euros (que a mí me pareció carísimo, pero claro, luego me he enterado que una simple camiseta del modista francés cuesta alrededor de 600 euros). Y el "shopping bag" de algodón orgánico que había adquirido por sólo tres euros y que, una vez más, servía para recaudar fondos para una ONG, en este caso UNICEF.

Llegar a este punto es lo que me ha hecho reflexionar ( y de ahí este artículo) acerca de lo listas que son las firmas de confección y cómo, con la excusa de la ayuda a una buena causa, nos atraen a miles de mujeres a un derroche innecesario, justo cuando se acercan las fiestas navideñas. ¿Crisis? Claro que hay crisis. ¿Problemas? Pues claro que hay problemas. Pero es más fácil olvidarlos o dejarlos pasar si hemos conseguido meter en nuestro armario "una pieza que costaba 600 euros por sólo 60".

Ese ritmo frenético que somos capaces de imprimir para ser "la primera" en conseguir una u otra prenda nos da idea de lo loco y superficial que se ha vuelto nuestro mundo. Y que nadie se engañe: todos hemos pecado una o mil veces. Las mujeres con la ropa y los accesorios; los hombres con un coche o la tecnología de última hora...

Porque es más fácil calmar la ansiedad a golpe de talonario que pararnos a reflexionar.

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