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Diana León Banda
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20 ene. 2022
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La pena inunda la casa de los sueños durante el último show de Virgil Abloh para Louis Vuitton

Traducido por
Diana León Banda
Publicado el
20 ene. 2022

Virgil Abloh fue despedido en una pasarela de Louis Vuitton este jueves en París, donde su equipo de estudio hizo una extensa reverencia en el final de un show construido alrededor de una casa de los sueños de color azul maya.
 
 

Louis Vuitton


 
Atletas de parkour y gimnastas; bailarines de break dance y mimos y una orquesta de 20 integrantes llamada Chineke !, dirigida por Gustavo Dudamel, interpretando una partitura Tyler, inspirada en conversaciones con Abloh. Esta fue su última colección para Vuitton.
 
Al final, todo el público, unas 400 personas, se levantó en aplausos al diseñador estadounidense, que falleció el 28 de noviembre, a los 41 años, tras una larga enfermedad, cuya gravedad se mantuvo en secreto hasta su fallecimiento.

"Dentro de mi práctica, contribuyo a un canon negro de la cultura y el arte y a su preservación. Por eso, para preservar mi propia producción, la grabo largamente", rezaba un comunicado de Abloh de 2020, contenido en un extenso folleto del programa. También incluía una octología, o resumen de sus ocho desfiles de Vuitton, según Virgil Abloh; una colección de motivos y detalles; un manifiesto de diseño; una ideología del upcycling; un vocabulario según el diseñador y un recorrido por el show. Además de laborioso, Virgil era también un tipo locuaz.
 
Incluso antes de que el primer modelo apareciera en la pasarela, un trío de chicos de parkours estaba realizando acrobacias que desafiaban la gravedad en lo alto de múltiples escaleras, dignas de un óleo de Giorgio De Chirico. Lo hacían a una velocidad increíblemente lenta.
 
El surrealismo fue el motivo principal del desfile, desde los sueños arquitectónicos de De Chirico hasta las imágenes elegíacas del pintor impresionista Gustave Courbet, que se utilizaron como estampados en abrigos y redingotes. Abloh nunca tuvo miedo de tomar ideas de otras fuentes, aunque siempre les dio su toque de lujo callejero.
 
A lo largo de todo el desfile, su elenco 67 se paseó, hizo mímica y caminó por el gigantesco escenario del Carreau du Temple, un imponente mercado de finales del siglo XIX construido con hierro forjado y cristal. Una mezcla de pradera hundida, casa de madera; una vivienda de huéspedes rural y una enorme mesa de comedor, todo en azul maya, alrededor de la cual se sentó la orquesta. Todo ello presenciado por una primera fila que incluía al mecenas de Vuitton, Bernard Arnault, y a la mayoría de sus hijos; junto con una nomenclatura de artistas y músicos negros.
 
La apertura, inesperadamente de negro, con un sobrio traje negro y seguido por un joven con un abrigo de enterrador, agarrando un ramo de flores de tela envuelto en papel de periódico. Casi como un contragolpe a los que le tachan de mero fabricante de streetwear de lujo, Abloh envió varios ejemplos de sastrería nítida.
 
"'Streetwear' es el término más mal utilizado de la década de la moda. Streetwear es una comunidad, el 'streetwear' es una mercancía", arremetió Alboh en el programa de su desfile.
 
Aunque el corazón de este desfile eran los ingenuos e infantiles personajes de dibujos animados que no dejaban de aparecer en la alfombra roja de estrellas del rock: parcas enfadadas, magos chiflados, abejorros indignados y Top Cat con sacos de vagabundo. Pantalones de jogging, gabardinas de nylon de gran tamaño, chaquetas universitarias o cazadoras vaqueras con monogramas.
 
Antes de que todo el evento se desbordara aparecieran tres ángeles en mezclas de crudo, masilla y blanco, con atuendos sacerdotales, sotanas y equipo monástico: alas gigantes de encaje que brotaban de sus hombros. Una sensación de paraíso de la moda en la tierra y de querubines reuniéndose con el diseñador.
 
Fue entonces cuando aparecieron los 30 empleados de su estudio, cada uno de ellos vestido con los colores del atardecer de la invitación y el número 8, en representación de los ocho desfiles que acabó organizando para Vuitton. Aplaudiendo a su difunto diseñador, con lágrimas en los ojos, abrazando a los miembros del reparto, aunque sin saber muy bien qué hacer o hacia dónde dirigirse. Diciendo su último adiós a Virgil Abloh. Se ha ido pero no se ha olvidado. En cada casa de los sueños se sufre una pena.
 
 

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