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11 feb. 2009
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Manos latinas trabajan con empeño en talleres de alta costura

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EFE
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11 feb. 2009

Nueva York, 11 feb (EFE).- Desde que un diseño surge en la mente de un creador hasta que llega a las pasarelas de Bryant Park en la Semana de la Moda en Nueva York pasa por varias etapas en las que las manos de mujeres hispanas desempeñan un importante papel.


Una modista trabaja en el taller de un diseñador en Nueva York

Muchos latinos son una parte esencial del proceso creativo tanto de diseñadores famosos como noveles, quienes confían en ellos para convertir en un patrón sus diseños, un proceso que no siempre es fácil, cortar o bien confeccionar la primera muestra de sus creaciones e, incluso, para ayudar en el "corre y corre" del día de los desfiles.

Coser ha sido por años un medio de subsistencia importante para muchas familias latinoamericanas, en un oficio que han enseñado tradicionalmente a sus hijas de generación en generación, y para quienes han emigrado ha sido también una manera de sobrevivir en una de las capitales mundiales de la moda como Nueva York, que celebra su semana de la moda del 13 al 20 de febrero.

"Me considero como el arquitecto, pero ellos son los ingenieros, porque mi ropa, aunque se ve simple, es muy complicada y la construcción es muy importante", dijo hoy a Efe el reconocido diseñador de origen cubano Alvin Valley, al referirse a sus trabajadores hispanos.

Se trata de la argentina Rosa Szewczyk y del salvadoreño Walter Vivas, a quienes define como "gente que realmente conoce de qué se trata el mundo de la moda y que entiende lo que es la mujer latina, algo muy importante porque en mis diseños está mi vena latina".

Szewczyk, que desde hace 12 años trabaja para Valley y tiene la responsabilidad de convertir en patrón sus diseños, dijo a Efe que aprendió a coser en el orfelinato donde creció en Argentina, y luego tomó otros cursos para perfeccionar ese arte.

Por muchos años en Buenos Aires confeccionó ropa para bailarinas y artistas hasta que hace más de una década emigró a Miami, donde, respondiendo a un anuncio de trabajo en el periódico, comenzó su relación con Valley, que ha vestido a estrellas como Madonna, Cher, Drew Barrymore, Eva Longoria y Paulina Rubio, entre otras.

Cuando Valley se trasladó a Nueva York, Szewczyk también se mudó a esta ciudad, donde ha continuado como patronista para el diseñador, un trabajo que confiesa que es "la parte más difícil" del proceso creativo, ya que muchas veces es "complicado" hacer un patrón de algunos diseños.

"Pero Valley siempre me anima. Me dice 'tú puedes'", aseguró Szewczyk, a quien apodan "Tati", una apasionada de su trabajo que además ayuda al diseñador tras bastidores durante los desfiles.

El salvadoreño Walter Vivas también es parte esencial en este taller -lleno de maniquíes, telas, botones, y diseños ya terminados-, donde corta en tela blanca o sarga el primer modelo que se cose allí y que luego irá a las fábricas.

Vivas dijo a Efe que aprendió a coser a los 17 años por necesidad económica, tras un fuerte terremoto en su país, que no le permitió seguir estudiando. Recordó que comenzó en labores de mantenimiento en una fábrica, donde luego aprendió a cortar y coser, lo que le llevó a trabajar para la firma Liz Claiborne en El Salvador.

"Mi trabajo consiste en cortar en tela el patrón que hace Tati. Lo complicado es que tiene que ser perfecto, tal y como ella lo hace, porque, si no, no se puede coser", señaló este salvadoreño de 38 años y hablar pausado, quien confiesa disfrutar de lo que hace.

"Cuando a uno le gusta, es muy bonito. Me encanta, lo siento como un deporte, me siento confortado", señaló Vivas, quien reconoció sentirse "feliz" cuando ve los diseños sobre una pasarela y puede dar "gracias a Dios porque todo salió bien".

La dominicana Ana Rodríguez y la cubana Blanca Ramos son otras dos latinas en el mundo de la alta costura y que trabajan para el diseñador dominicano Sully Bonelly, director creativo de la línea "Muse".

"Tengo unas cuantas latinas que son de las mejores, porque tienen muchos años en esto. No me necesitan para saber si algo está bien o mal hecho, porque conocen muy bien su oficio", explicó a Efe el dominicano, quien comenzó su carrera junto a su compatriota Óscar de la Renta.

Rodríguez y Ramos aprendieron a coser en sus países y en Nueva York, como muchos otros inmigrantes, es su medio de sustento, un trabajo que hacen con precisión y esmero para no cometer errores.

"Cuando hay que sacar la línea hay que trabajar horas extras. Si no sale rápido ya no se puede vender (a las tiendas)", comentó Rodríguez al describir cómo se trabaja en el mundo de la moda.

Para Ramos, quien, cuando estaba en Cuba, jamás imaginó que cosería para un diseñador, "lo más bonito" de su trabajo es "ver las piezas que has cosido terminadas en el maniquí, porque entonces uno cose con gusto porque ve lo que está haciendo".

Ruth E. Hernández Beltrán

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