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Traducido por
Rocío ALONSO LOPEZ
Publicado el
23 abr. 2023
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10 minutos
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Rana Plaza: 10 años después, ¿ha aprendido el sector de la moda la lección?

Traducido por
Rocío ALONSO LOPEZ
Publicado el
23 abr. 2023

Fue el peor desastre que ha vivido la industria de la moda. El 24 de abril de 2013, el mundo descubrió las imágenes de un edificio derrumbado, que se cobró la vida de 1134 trabajadores del sector textil, el 80 % de los cuales eran mujeres, e hirió a más de 2500 personas. Entre los cadáveres sepultados se encontraban las marcas de grandes firmas occidentales, desde Prada y Versace hasta Primark y Walmart, pasando por H&M, C&A y Mango. Una masacre que, según las marcas y los representantes del sector, debía llevar a la industria de la moda a cuestionarse las condiciones de trabajo de sus manitas. Pero, ¿cómo es realmente diez años después?


Una trabajadora textil es sacada de entre los escombros el 24 de abril de 2013, horas después del derrumbe del edificio - Shutterstock


El Rana Plaza debe su nombre a su propietario, Sohel Rana, miembro de la joven guardia de la Awami League, en el poder desde 2009. El lugar fue construido en 2006 en la zona noreste de Daca y fue diseñado para albergar oficinas. Sin embargo, entre bancos, comercios y viviendas, en los pisos superiores se instalaron varias fábricas de confección, con hasta 5000 trabajadores.

Los servicios de seguridad de la prefectura no tardaron en preocuparse por el edificio, cuyas cuatro plantas superiores fueron construidas sin permiso, gracias al apoyo político. Cuando las vibraciones de las máquinas textiles empezaron a provocar grietas en las paredes, las tiendas y el banco se marcharon. La víspera de la tragedia, un ingeniero enviado al lugar ordenó la evacuación. 

La víspera de la tragedia, un ingeniero enviado al lugar ordenó la evacuación. Frente al edificio, Sohel Rana explicó que los daños se limitaban a la escayola, mientras los periodistas documentaban los desperfectos.

El juicio de Sohel Rana reveló que el propietario había utilizado matones para obligar a los trabajadores textiles a volver al trabajo el día de la tragedia. Un generador de los pisos superiores se puso en marcha, provocando temblores mortales que mataron o hirieron a los ocupantes. Miles de voluntarios tardaron varias semanas en desenterrar los escombros. No se encontró a todos los desaparecidos.

Reacciones de gobiernos, marcas y ONGs



De Washington a Bruselas, hubo muchas reacciones cuando se anunció la tragedia. El viceprimer ministro británico, Nick Clegg, destacó el peso que puede tener un cliente a la hora de elegir una marca de ropa. 

En Estados Unidos, la administración de Obama presionó al gobierno bangladeshí, llegando a incluir una disposición en la Ley de facilitación y aplicación del comercio de 2015 que eliminaría los beneficios aduaneros bangladeshíes si no se mejoraba la seguridad de los trabajadores. El comisario de comercio de la UE, Karel De Gutch, profirió amenazas similares. Contra un país que era, y sigue siendo, el tercer proveedor de ropa de Estados Unidos, y el segundo de la Unión Euopea.



Miles de voluntarios participaron en la búsqueda de supervivientes entre los escombros - Shutterstock


"Devastados", "conmocionados", "preocupados", "entristecidos"... Ante las acusaciones de las ONG, pero también de los consumidores a través de las redes sociales, las marcas por su parte publicaron rápidamente declaraciones a menudo muy similares. H&M, Inditex, Gap Inc, Primark, Benetton, VF Corp, PVH Corp, C&A, Esprit, Marks & Spencer y muchas otras emitieron mensajes con el rasgo común del compromiso de trabajar para mejorar las condiciones de seguridad de los trabajadores. Sin embargo, muchas empresas, como Walmart, Benetton y Mango, también culparon a sus proveedores, alegando que no habían sido informados de las condiciones de producción locales o que ni siquiera sabían que se estaba produciendo en el lugar.

Este juego de culpas fue rápidamente atacado por las ONG. "Los trabajadores textiles de Bangladesh llevan años trabajando en condiciones inhumanas, y esto ha sido ignorado por las marcas que han utilizado estas fábricas para sus productos baratos", declaró días después Ineke Zeldenrust, cofundadora de Clean Clothes Campaign. "Estas marcas tienen el poder de cambiar esto, pero han seguido buscando precios cada vez más bajos, dejando a los trabajadores en condiciones peligrosas e inaceptables".


“Una auténtica tragedia a nivel nacional”



"Para nosotros, fue sobre todo una auténtica tragedia nacional, que hizo que todo el mundo se diera cuenta de que las cosas tenían que cambiar", recuerda Shafiul Islam, entonces presidente de la BGMEA, la federación textil de Bangladesh. Un año después de la tragedia, se cerraron unos 200 talleres textiles en Bangladesh por motivos de seguridad, en un país donde el 80 % de las exportaciones proceden del sector textil y de la ropa.


Las fábricas textiles y su maquinaria habían sido instaladas en las plantas superiores, sin autorización respecto a la estructura inicial - Shutterstock



Unas 200 marcas habían tratado en su día con Rana Plaza para sus suministros, según la ONG Clean Clothes Campaign. Estas fueron incluidas en la constitución de un fondo para indemnizar a las víctimas. Se necesitarían tres años, y la presión pública sobre algunas marcas, para recaudar los 30 millones de dólares necesarios. Presiones ejercidas por las ONG, entre las que surgió, en el primer aniversario de la tragedia, el Fashion Revolution Day, un evento internacional que se convirtió en la Fashion Revolution Week, encarnada por la campaña "¿Quién hizo mi ropa?".

"Lo de Rana Plaza fue un shock, pero no una sorpresa", recuerda Nayla Ajaltouni, delegada general del grupo de asociaciones y sindicatos Ethique sur l'Étiquette, que recuerda que las ONG ya cifraban en 700 el número de trabajadores textiles muertos en Bangladesh en incendios o derrumbes de fábricas antes de la catástrofe. "Las empresas textiles siempre habían pedido que se confiara en ellas, que se les dejara actuar (...) mediante simples códigos de conducta y auditorías sociales. Una posición ideológica que se vino abajo con el Rana Plaza".

La industria bangladeshí y la hipocresía de las marcas



Shafiul Islam, ahora diputado bangladeshí por la circunscripción 10 de Daca, recuerda que en el verano de 2013 las marcas occidentales se comportaban de forma contradictoria. Comunicaban ampliamente las mejoras exigidas a sus proveedores bangladeshíes. Al mismo tiempo, los representantes comerciales de esas mismas marcas seguían presionando sobre los precios de los pedidos, amenazando incluso con deslocalizarse ante los aumentos del salario mínimo introducidos en Bangladesh desde la tragedia.



El diputado Shafiul Islam, presidente de la BGMEA en 2013, y su sucesor actual Faruque Hassan, en febrero en la embajada de Bangladesh en París - MG/FNW



"Todo el mundo en el sector reconoce el gran trabajo de transformación realizado por la industria en los últimos diez años, pero en cuanto hablamos de dinero, volvemos a caer en cuestiones brutales de competitividad", resume el antiguo presidente de BGMEA. Y lamenta que los pedidos se dirijan progresivamente a países más baratos con un compromiso socioambiental limitado o nulo.

Una situación que seguía sin cambiar en 2020, según Rubana Huq, responsable de la BGMEA en vísperas de la crisis sanitaria. "¡Ha empeorado!", nos explicaba la presidenta del sector, para quien las marcas seguían eludiendo sus responsabilidades frente a los proveedores que invertían a petición suya. "Las mejoras no pueden ser solo punitivas, deben ser proactivas, lo que implica que los directivos se comprometan con quienes hacen el esfuerzo".

Y la crisis sanitaria no ha hecho más que acentuar esta observación: en 2020, Bangladesh experimentó cómo los grandes contratistas textiles anulaban los pedidos ya producidos, o renegociaban unilateralmente el precio de estos. "Casi todas las marcas han retirado la garantía de futuros pedidos", nos dijo en noviembre de 2022 Miran Ali, vicepresidente de la BGMEA. No obstante, celebra los pedidos mantenidos por H&M e ID Kids a pesar del cierre de sus tiendas. "Esto es lo que yo llamo una verdadera colaboración y, como proveedores, siempre lo recordaremos".

¿Ha evolucionado realmente el sector "a mejor"?



Diez años después de la tragedia, cabe preguntarse qué cambios positivos han surgido de los escombros del Rana Plaza. Uno de los más evidentes es el Acuerdo sobre seguridad en incendios y edificios, un acuerdo que reúne a 200 marcas en torno a industriales, cargos electos y sindicatos de Bangladesh para garantizar un estándar de control de la seguridad en los centros de producción. Un proyecto que, cabe recordar, ya contaba con el apoyo de las ONG antes de la tragedia. Pero "antes de Rana Plaza, ninguna gran empresa había aceptado comprometerse con un contrato que se consideraba demasiado restrictivo", recuerda Nayla Ajaltouni.

El Acuerdo es una iniciativa impulsada principalmente por contratistas europeos, mientras que una iniciativa similar dominada por estadounidenses adoptó la forma de Alianza para la seguridad de los trabajadores de Bangladesh, que se disolvió en 2018. El Acuerdo, en cambio, continúa su actividad. Recientemente ha comenzado a internacionalizarse expandiéndose a Pakistán. Sin embargo, no ha despertado el mismo entusiasmo que su homólogo en Bangladés: solo unas cuarenta marcas han firmado el acuerdo pakistaní.


Conmemoración de la tragedia en Daca el 24 de abril de 2021 - Shutterstock



En Europa, el Rana Plaza ha contribuido a crear un futuro marco para la diligencia debida de las empresas. Un enfoque inspirado en el deber de diligencia de las empresas adoptado anteriormente en Francia. En teoría, estas medidas deberían evitar que los empresarios pasen la responsabilidad a sus proveedores en caso de problemas socioambientales. El 24 de abril de 2023, el Parlamento europeo votará una directriz que fijará el marco de la futura norma comunitaria.

Para las marcas, el incidente del Rana Plaza ha sensibilizado a una generación de profesionales y directivos sobre las cuestiones medioambientales y sociales. En 2013, las marcas ya comunicaban ampliamente sus esfuerzos "verdes". En 2023, no olvidarán mencionar al mismo tiempo sus iniciativas en el plano humano.

Sin embargo, muchas ONG denuncian abiertamente la aceleración del "social-washing" (explotación mercadotécnica de medidas inexistentes o simbólicas en el plano humano) por parte de marcas de ropa que hablan mucho pero actúan con moderación. "Vuelven las malas prácticas, el "business as usual"", lamenta Nayla Ajaltouni. "Con medidas, en el mejor de los casos, cosméticas, para camuflar este rechazo a evolucionar de verdad".

Fast Fashion, Shein y uigures



Para saber qué consecuencias ha dejado la tragedia del Rana Plaza en la conciencia social del sector, es necesario tener en cuenta las últimas evoluciones y escándalos referentes al mundo de la moda. Especialmente la aceleración de la moda rápida, que se ha convertido en el avatar del sobreconsumo textil. Su lógica de producción rápida de colecciones de bajo coste hace que los proveedores sigan bajando los precios.

Como se mencionó recientemente en una cumbre de la OCDE en París, esta búsqueda de precios lleva a algunos dirigentes a recurrir a proveedores cada vez más indulgentes. Incluso pueden mantener pedidos en países en crisis, como Birmania, donde los trabajadores sindicados se han convertido en objetivo prioritario de la junta que ha dado el golpe de Estado.



La ONG Public Eye denunció en 2021 las condiciones de producción en los talleres que fabrican para Shein en Cantón, en edificios no adaptados a la producción industrial - Public Eye



Esta lógica de la carrera por los precios bajos también dio origen a Shein, una marca china para la que la ONG suiza Public Eye estableció rápidamente un paralelismo con Rana Plaza: un informe de 2021 exploraba la red de pequeños talleres del "pueblo de Nancun" (Cantón). También aquí, las máquinas y los trabajadores se alojan en edificios inadecuados para la industria, donde las escasas salidas de emergencia están abarrotadas de bolsas con el logo de la marca.

La buena conciencia social de la industria de la moda también se ve socavada por el drama de los uigures. "Trabajo forzado" según la ONU y las ONG, "integración por el trabajo" según Pekín, el trabajo de la minoría musulmana china es esencial para la producción de algodón en Sinkiang, provincia que produce el 20 % del algodón mundial. Además, el desplazamiento de uigures en las fábricas textiles del país dificulta conocer el alcance real de la explotación de esta minoría en la producción textil china.

Mientras Washington y muchos políticos occidentales hablan abiertamente de "genocidio", la industria de la moda no ha mostrado un discurso común sobre este tema similar al que, de forma más repentina y espectacular, provocó la tragedia del Rana Plaza.

Un monumento en conmemoración de las víctimas



Sohel Rana, que inicialmente se enfrentaba a la pena de muerte por asesinato, fue finalmente condenado a tres años de prisión por corrupción en 2017. Debido a la implicación de las conexiones políticas del propietario, el juicio se suspendió. El juicio se reanudó finalmente en 2022 tras una pausa de cinco años.

El edificio del Rana Plaza nunca ha sido totalmente despejado ni reconstruido. En lo que se ha convertido en un lugar de recuerdo para los bangladeshíes, se ha erigido una estela en memoria de las víctimas. "Nos comprometemos a mantener su dignidad garantizando una indemnización justa y unas condiciones de trabajo seguras para los trabajadores de la industria textil", dice, en bengalí e inglés.

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